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SONISPHERE O EL MANUAL DE CÓMO MONTAR UN DESCONCIERTO EN UNA REPÚBLICA BANANERA

Sirvan estas líneas como enérgica protesta contra la penosa organización que sufrimos la segunda jornada del festival SONISPHERE. Hablo del sábado, ya que a la del viernes no acudí, puesto que ningún grupo del cartel me animaba a desembolsar tal cantidad de euros como para acercarme.

El cambio de localización del festival ubicaba a éste en una zona endemoniadamente incómoda para llegar (sería en honor a SLAYER). Aparcar y llegar posteriormente a las puertas de acceso era una especie de gymkhana. Si venías por ejemplo de la zona del polígono “cercano” te acababas encontrando con la subida de un puente en el que, en condiciones normales caben 50 personas, y que se veía absolutamente colapsado por miles de asistentes al concierto.

Una vez cerca de las puertas entraba en juego el maquiavélico plan de algún “ingeniero” que debió pensar que nos apetecía caminar sobre lo ya andado, para poder disfrutar de las maravillosas vistas de la zona (carretera, polígono industrial, pistas de aterrizaje…). Algo que en un festival de estas características debía ser absolutamente dinámico y cómodo, como es el acceder al recinto, se convirtió en un penoso, desquiciante, esperpéntico y cabreante trabajo.

El primer intento de entrada lo realizamos en una puerta en la que nos indican que sólo pueden acceder los poseedores de pulsera y que, como no es nuestro caso, debemos ir a una puerta “un poco más allá”. Bien, ese “poco más allá” era alrededor de kilómetro y medio “más allá”. Una vez allí y tras hacer una desorganizadísima cola, donde confluía gente que venía de distintas direcciones, se llegaba al primer punto de control y retención del personal, absolutamente inútil a todas luces. Muchos metros “más allá” de este control nos encontramos, ¡por fin!, cerca de la puerta de acceso. ¡Sorpresa! Nuevo control en el que nos indican que no podemos entrar porque tenemos que canjear la entrada por la jodida pulsera… “un poco más allá”. Y digo yo: ¿No me lo podían haber dicho en la primera puerta?

Nueva caminata contra corriente sobre lo ya andado, acompañados claro por cientos de personas en la misma situación, ya que en ningún sitio había informado la organización sobre este estúpido requisito, en lo que ya se trataba de un concierto de un solo día.

Nueva cola acompañados de un calor sofocante y un irrespirable polvo para tener en nuestra muñeca el preciado tesoro que… ¡no sirve para nada!, ya que los poseedores de entrada de un solo día… ¡no pueden salir del recinto una vez han accedido! Manda huevos.

Nueva cola, esta vez más llevadera, y aunque parezca mentira, tras tres cuartos de hora conseguimos pisar el recinto.

Una vez dentro empiezo a sospechar que la mano del “Pocero de Seseña” ha estado involucrada en la organización. Como en este país “vale todo”, colocar un par de escenarios, cuatro tiendas de merchan y tres chiringos de papeo basura convierten cualquier cosa en un Festival. Imperdonable la casi inexistencia de urinarios, que provocaba que los miles de asistentes de ambos sexos se tuvieran que buscar la vida para poder mear, improvisando las féminas aparatosas tiendas de campañas con las camisetas de los colegas para poder aliviarse, ya que acceder al baño era realmente imposible. De vergüenza.

Eso sí, una caseta que cumplía con la labor de urinario a cubierto, se convirtió en una improvisada tribuna para que unos pocos privilegiados que se subieron a su techo (con el peligro que ello conlleva), fueran de los pocos que vieron en condiciones el concierto.

Punto y aparte para el impresentable sonido que acompañó a ambos escenarios a lo largo de toda la noche, incluidos los cabeza de cartel. Sonido bajo, instrumentos saturados en muchos momentos, subidas y bajadas de audio inexplicables… Sirva como muestra que durante la actuación de los “tranquilos” SLAYER se llegaron a oír por encima del grupo los fuegos articiales que, con motivo de las fiestas de Getafe, lanzaron a más de un kilómetro de distancia del recinto. Mantener una conversación con la persona que tenías al lado era tan sencillo como en el salón de tu casa.

Más les valía a los organizadores no pensar única y exclusivamente en vaciarnos los mermados bolsillos, para poder llenarse los suyos con un mínimo de inversión. Sigo pensando que, al igual que en todas las escalas de esta podrida sociedad, nos siguen tomando por imbéciles que tragan con todo lo que se nos eche.

Desde luego conmigo que no cuenten el año que viene… ni los siguientes.

Como dato anecdótico, reseñar el descomunal despliegue policial en el exterior del recinto tras la actuación de METALLICA. Me devolvió a tiempos pretéritos, a la salida del pabellón del Madrid o el campo del Rayo, en los que los que se han dedicado durante las posteriores décadas a mentirnos, insultarnos y robarnos, nos tildaban de «los malos de la película». 

Alberto Yayo